martes, 1 de noviembre de 2011

Huele a cebolla seca.

Llegué a Oslo en una hora, viajando en el tiempo porque aquí en Tampere tenemos una más. Pillé un bús para ir al centro de la ciudad, ya que el aeropuerto al que llegué (Rygge) está a sesenta minutazos. Más de 30 euros ida y vuelta por el billete de bus, que pretendía pagar en coronas noruegas, para lo que saqué dinero en un cajero que me dio euros, además de cobrarme 7 euros de comisión, con lo que al final tuve que pagar con tarjeta el billete.

Como Ali, Sandra y Jose no llegaban hasta las cinco de la tarde, me dediqué a visitar museos. Por 30 coronas, tienes entrada a los Museos Nacionales, que son el de Arquitectura, el de Arte Decorativo y Diseño, el Museo Nacional (donde está "El Grito" de Munch) y el Museo de Arte Contemporáneo. Fui al de Arquitectura y al de Arte Contemporáneo. En este último tienen ahora una exhibición llamada "Absolute Installation" que está bastante guay. Todo lo que puede verse son instalaciones de artistas diversos: Anish Kapoor, Louise Bourgeois, Maria Serebriakova, Bill Viola o William Kentridge, entre otros. Genial.


Anish Kapoor, "Whem I am Pregnant"


Jon Gundersen, "Vann på vei mot havet"


Después de visitar también la Ópera de Oslo, me fui a comer al McDonald's, donde los menús estaban entre los 15 y los 17 euros al cambio. Comí solo y continué caminando. Vi la catedral, donde un coro se dedicaba a darlo todo ante los cuatro turistas que allí nos congregábamos, aproveché para descansar en uno de sus bancos y seguí hasta llegar a un barrio rollo Malasaña, muy guay, con lámparas de cristalitos que colgaban entre las calles, un cisne con forma fálica flotando en mitad de un riachuelo, tiendas de segunda mano y un bar de tapas llamado Barcelona. 


Casa de la Ópera de Oslo.


Volví al centro, nos alojamos en el Oslo Budget Hostel, justo al lado de la calle principal, y pude por fin tumbarme en la cama de nuestra pequeña habitación. Hasta las tres de la tarde no había nadie en recepción. Sólo trabajan de 3 a 11, y el resto del tiempo se accede con un código numérico que hay que marcar en la puerta. 

Mientras dormía alguien llamó a la puerta. Era Sandra, por fin habían llegado a Oslo. Mucha felicidad. Fuimos a recoger a Ali y Jose, que estaban en otra planta, y salimos a seguir viendo la ciudad. Cenamos de nuevo en el McDonald's, al igual que comimos y cenamos al día siguiente. Es triste que para nosotros la felicidad suprema en cuanto a precios fuera ver un kebab a 10-12 euros o una hamburguesa por tres veces más de lo que pagas en España. Bienvenidos a Noruega.

Mientras estábamos esperando para coger un ordenador en la recepción del hotel, unos chicos nos hablaron. Eran españoles, de Extremadura, y habían estado viajando por los fiordos dirigiéndose entonces hacia Estocolmo. Uno de ellos nos dijo que tenían una botella de ginebra entera (nunca llegamos a descubrir si pretendían vendérnosla o regalárnosla), pero nos adelantamos diciéndole que nos la podíamos beber entre todos. Nosotros compramos la mezcla (una fanta multifrutas muy nuclear).


Fanta exótica.



Luego volvimos al hotel y nos tuvieron esperando una hora hasta que trajeron la botella. No dábamos crédito a nada. Llegó el momento de decidir dónde beber, eso a una hora intempestiva para los noruegos, que cierran las discotecas cuando nosotros salimos en España, y nos metimos al cuarto de Ali y Jose, gran decisión tras ver que uno de ellos apestaba. Ali describió su aroma de la siguiente manera: Huele como cuando dejas una cebolla en la cocina cortada mucho tiempo y eso empieza a soltar peste, pues igual. Lo más fuerte es que después de subir de fumar un cigarro en la puerta yo dije que no se podía respirar en la habitación del pestazo que había, y él me contestó que se había dado cuenta de que esas habitaciones se cargaban muy fácilmente. ¿No se daría cuenta de que el problema era su cuerpo sin lavar desde el principio de la humanidad? Miedísimo.


HEDOR.


El jueves nos despertamos y tuve que ir a la estación de trenes a recoger mi maleta, ya que el día anterior la dejé en un locker (pagando más de 5 euros) y cuando volví por la noche habían cerrado con mi maleta dentro, alegría. Volví con mi ropa, me duché y nos fuimos a buscar sitios calientes sin cesar. Volvimos a la Ópera porque ellos no la habían visto, estuvimos diez minutos buscando qué era lo que pitaba al salir de una tienda en la que la trabajadora era sudamericana (sin descubrirlo y sin haber robado algo, que si al menos hubiéramos robado pues mira), luego continuamos la caminata hasta la Fortaleza de Oslo.

La fortaleza de Akershus es un complejo de edificaciones militares situado estratégicamente junto al Fiordo de Oslo. Fue erigida en la Edad Media como un castillo real, que servía también de sede para los representantes del rey. En el siglo XVII el castillo fue modificado en estilo renacentista y rodeado de una fortaleza con bastiones. El complejo, de más de 700 años, ha sobrevivido a varios asedios, pero nunca ha sido conquistada por la fuerza por un ejército extranjero. Actualmente es empleado como cuartel general, escuela de oficiales y espacio de alojamiento. Una parte de la fortaleza fue utilizada durante un tiempo como cárcel y zona de trabajos forzados para reclusos durante el siglo XIX.

La fortaleza toma su nombre de la granja Aker, que poseía los terrenos donde se asentó el castillo medieval. El nombre es una palabra compuesta de Akr (campo cultivado) y hus (casa, castillo). La fortaleza le ha dado nombre a la provincia de Akershus, aunque no se encuentra dentro de los límites de ésta.

Aún tiene funciones militares, y su resguardo corre a cargo de la Guardia de Su Majestad el Rey (Hans Majestet Kongens Garde). También tienen su sede en la fortaleza el Museo Noruego de la Defensa, el Museo de la Resistencia y los ministerios de Defensa y de Medio Ambiente.


Lanzamiento de otoño en la fortaleza.


Mirando el hermoso cielo nórdico.


En lo alto de la Casa de la Ópera.



Seduciendo a la cámara.


Puerta de acceso al increíble mundo de la fantasía.


Vista de la fortaleza.

Después de la fortaleza continuamos callejeando, vimos el Palacio Real al fondo de una calle en la que lo que más nos llamó la atención fue un Ben & Jerry's en el que pedimos dos cafés y un minigofre por 16 euros. La verdad que la inversión mereció la pena, estuvimos dos horas sentaditos en la terraza de la cafetería con un radiador apuntándonos a la cara y unas mantas sobre nuestros latinos cuerpos congelados. También visitamos el Ayuntamiento, lleno de esculturas de la mitología nórdica, muy bonito.

No teníamos alojamiento para la noche del jueves al viernes, así que decidimos tirarnos en los pasillos del hotel utilizando el código para abrir la puerta. Estuvimos allí hasta las tres y media de la mañana, ya que a las cuatro teníamos que tomar el bus hacia el aeropuerto. Estando allí tirado me enteré, gracias al vasco más monis de la humanidad, Iñaki Laguardia, de que ETA se había disuelto. Después salimos a la calle y vi en la pantalla de plasma de un hotel que Gadafi había muerto. Su cara ensangrentada, gente gritando, tortura, HORROR.

Por fin llegamos al aeropuerto y subimos al avión. Estábamos congelados, no funcionaba la calefacción y no se movía. De repente, se oye una voz diciendo que van a lanzar no sé qué líquido porque algo se había quedado congelado. Con el plumas, el gorrito y toda la parafernalia sentados en los miniasientos de Ryanair hasta que solucionaron la broma y pudimos volar. Tela.

Llegamos a Tampere y nos acostamos, llevábamos sin dormir desde la noche del miércoles al jueves. Y esa noche teníamos que salir.