miércoles, 21 de septiembre de 2011

NO ME VAIS A GRABAR MÁS.

Los jueves ya no son juergues porque los viernes suena el despertador a las 07.45. Así que a dormir pronto para madrugar y coger el bus hacia la UTA. Nuestra primera presentación en inglés en Newspaper Language, la mía sobre el 11-S, comparando dos noticias de periódicos diferentes. Al acabar la clase, la profesora, canadiense, estuvo contándome sus cosas y me regaló una guía para hacer recorridos en bicicleta por los alrededores de Tampere. Ella también tiene bici, pero no la usa en invierno porque se cayó y casi se parte la pierna.

Después de clase, a comer como cada día en el restaurante de la facultad, y luego al supermercado a hacer la compra de la noche. De allí a Lapinkaari y de aquí, otra vez, a City para ir a una fiesta de la asociación de estudiantes. Fue la fiesta más petarda de la Historia. Un grupo vestido con túnicas blancas rollo secta berreando en finés. Delirante. Nos pasamos la noche en la puerta. Luego volvimos a la residencia Chrístopher, María, Verónica y yo. Dormimos los 4 en modo sardina.


Marta y yo posando sin cesar.


El sábado nos dedicamos a perder el día. Acabamos la noche en Mixei. Sitio muy petardo al más puro estilo Chueca donde nos pusieron temazos como este, por increíble que parezca.




Allí estuvimos Lara, Marta, Augusto, Chrístopher, Alba y yo. Antes de entrar, Augusto se encontró a dos finesas que nos advirtieron: this place sucks, añadiendo que las lesbianas te meten mano por todos lados. Ni a mí ni a nadie nos metió mano ninguno de los allí reunidos. Pero, al final de la noche, la persona más percal de la discoteca quiso liarse con Alba. Se trataba de una bollera bandolera de unos 100 kg de peso, banda en la cabeza, gafas de sol y aires de prehomínido. (Para saber más: Científicos estadounidenses y etíopes señalaron que creían haber encontrado uno de los restos fósiles de prehomínidos más antiguos...)






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Lo escrito antes de los asteriscos es del martes de la semana pasada. Empecé a escribirlo pero tuve que dejarlo a medio por algún motivo que ahora no recuerdo, así que esa noche queer se remonta al sábado 10 de septiembre.

A partir de ese día ocurrieron muchas cosas. La más importante: el 20 de septiembre (miércoles) tomamos un avión rumbo a Riga, esa desconocida capital europea. Letonia nos esperaba. Lara, Marta, Elena, Alba Lúa, Diego F., Chrístopher, Lukas, Julien y yo nos íbamos de férias.


Alba llora mientras nuestro avión realiza un aterrizaje forzoso.

Nos despertamos temprano, subimos al bus y llegamos a Keskustori, la plaza central de Tampere. De allí al aeropuerto. Alba, Chris y yo en bus (4'40€), los demás en taxi. En el aeropuerto más cutre de la historia de los aeropuertos, el único en el que la cinta de recogida de maletas no da vueltas sino que termina en mitad de una sala en la que, de no cogerlas, se amontonan unas sobre otras creando una suerte de castellet catalanofinés.

El aterrizaje fue un momento de pánico, terror, gritos, tragedia. Todos gritábamos, el avión se movía de un lado a otro, era una película de la que nosotros formábamos parte siendo sus indiscutibles protagonistas para el resto de los pasajeros. Finalmente, tras rozar las copas de los árboles letones, el avión aterrizó al compás del sonido de trompeta de Ryanair.

En otro bus diferente llegamos al centro de Riga, tras cambiar euros por lats letones. Llegamos al hostal, muy hippy, con las paredes llenar de nombres y dedicatorias de los clientes, y pedimos una cama más en la habitación porque a Lukas le habían puesto en otra. Después de montar la cama, Julien y Alba se sentaron en ella, sin pensar que su peso daría lugar a una catástrofe.


La citada catástrofe: cama hundida.


Un paseo por la ciudad, un poco de pottish (comida típica letona) y a seguir paseando, hasta la noche. Jugamos al Ring of Fire (cómo jugar AQUÍ) y terminamos como Las Grecas.


Mi cara de inocencia y yo comiendo 'pottish'.


Esa noche tuvieron lugar situaciones reseñables que paso a relatar a continuación:

-LA CERVEZA PELEONA.

Para quien vaya a Riga, mi recomendación a la hora de salir de fiesta es el Pukvedits. Una discoteca en la que, nada más subir unas escaleritas, entras a un mundo nuevos lleno de diversión, tías petardas, hombres que bailan como si no hubiera mañana y, lo más importante, VIOLENCIA.

Chrístopher, Diego y yo decidimos huir del ambiente Erasmus que nos acosa en cada ciudad y salir por el Pukvedits, un sitio que me había recomendado Lina, una amiga que había pasado el curso 2010-2011 en la capital letona. La música sigue siendo mainstream, pero el lugar tiene algo diferente que lo hace más divertido que los demás sitios, no me preguntéis qué. 


Posar con una cortina de flores como forma de diversión.


Tras pedir medio litro de cerveza cada uno a un precio de risa, nos metimos en el centro de la pista de baile. A pocos metros de un círculo humano en el que la gente salía de uno en uno al centro para bailar sin sentido del ridículo. Entonces se produjo EL MOMENTO. Un hombre giró alegremente dando un codazo a mi cerveza y lanzándola por los aires, con la consiguiente lluvia dorada sobre varias personas, incluido yo.

Una de esas personas no se tomó tan bien el baño repentino y vino a buscar explicaciones. Yo le dije que yo no había sido, que mi cerveza se había caído sin que yo lo decidiera. Continuó sus investigaciones, topándose con unos chicos (uno era majo, el otro tenía poca paciencia) con los que acabó matándose a puñetazos. La pelea fue extendiéndose y, finalmente, un buen grupo de tíos petardos se puncheaban con todas sus fuerzas.

Resultado: nosotros huimos hacia la barra a pedir otra cerveza, los seguratas se llevaron a varios luchadores y la gente continuó bailando en círculo con gran regocijo.


Ejemplo de tía petarda tapándome mientras tomábamos una foto.

-El chacachá del tren.

Recomiendo leer este fragmento al ritmo de la siguiente canción:



Mientras caminábamos por las bellas calles de Riga nos encontramos con un tren turístico que pasea a sus pasajeros por el casco histórico de la ciudad. Pedimos una y otra vez un descuento en el precio, en vano, claro. Nos pusimos los auriculares y recorrimos el lugar escuchando a una señora que no tenía ni idea del idioma en el que se expresaba hablando sin cesar de nombres de calles. No aportaba ni un sólo dato histórico, cultural, etc.: se limitaba a enumerar calles y calles de la ciudad, la de los carniceros (llamada así porque allí se concentraban los carniceros), la de las monjas (llamada así porque allí vivían muchas monjas), la de las vírgenes, etc.


Alba amenaza de muerte mientras el tío que nos había hecho la siguiente foto nos saludaba.


Foto a la que me refería en el anterior pie de vídeo.


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Estos últimos días están siendo una locura de trabajos, ensayos, lecture diaries, etcétera. Cuando envíe mañana el segundo artículo de Newspapers Language y continúe con el lecture diary de Fundamentals of Media Ethics podré contar: 

-La llegada nocturna al hostal.
-La meada asesina.
-Los amenazantes transeúntes y el Spain is different.
-El proxeneta del sex massage.
-La comilona gratuita en Tallin.
-El timo de los chupitos.
-Los pancakes.
-Julien y la chica negra.
-Control policial hollywoodiense.
-El puticlub shootbar.

Y lo más importante... Diego Fernández Fernández y su desaforada pasión por Facebook.