lunes, 29 de agosto de 2011

El rayo de hielo asesino.

Es lunes. Son las 22.26. Sigo sentado en esa silla destartalada y mi escritorio está lleno de cosas que cada vez se multiplican más. Un desodorante, el móvil, un diccionario español-inglés, una botella de aceite Borges, un multi-purpose cleaner concentrate, pañuelos de papel, cubiertos de IKEA, un plato, un pen-drive, un martillo, mis llaves, un cuadernillo de Finnish as a foreign language.

He hecho una pausa para matricularme en dos asignaturas de la universidad y hablar por Skype. Son las 23.12. El próxima día 8 de septiembre empezarán mis clases. La semana siguiente, el 14, nos iremos de súper ruta a las afueras de Europa: Riga, Tallin y vuelta vía Helsinki. ¿Qué maravillosas historias nos deparará el recorrido? Sólo tienen que esperar, humildes lectores, unas semanas.

Hoy me he despertado a las 11.00. He ido con Lara y Marta a la uni en bus con nuestra querida bus card. Como no he encontrado foto de la tarjeta, os pongo una de la de Viena. Es igual pero en vez de poner Viena pone Tampere, y en lugar de tener imágenes de uvas, palacios imperiales y gente que hace pizzas o panes, váyase usted a saber, muestra el lago, plantas, y no sé qué más que no me acuerdo. En conclusión, no se parecen en nada.




Hemos comido tres minihamburguesas acompañadas de un mejunje de patatas con una especie de crema, una masa extraña de color blancuzco. Además de la ensalada de cada día con zanahoria radiactiva.


En mi primer discurso no os conté cómo se come en la UTA. La UTA es mi universidad. No hagáis bromas poniéndole una P delante, venga.

Tienes que hacerte el carnet de estudiante, con el que consigues un 50% de descuento en comidas, autobuses y trenes fineses. Así, de 5€ el menú pasa a costar 2’5€, lo que te produce una felicidad mayúscula hasta que te pasas con el número de albóndigas, como me pasó a mí la semana pasada. Sólo son 6 albóndigas (está escrito en finés, para quien lo entienda, QUE NO ES MI CASO), y cogí alguna más. Tuve que pagar 1’5€ más y luego no me las terminé de comer. En fin.

Después de comer, perdonen por divagar (por algo Sandra Manrique me llama Doctor Divago), hemos estado hablando de política, religión y franquismo, entre otras cosas, todas ellas orientadas a la búsqueda de la felicidad, con Alberto. Ese hombre catalano-español-italiano, si es que esa combinación existe, del que hablaré detenidamente en otra ocasión, en una sección que pasará a llamarse PROTAGONISTAS.

Tras el debate, a City, la residencia del centro. Pasando antes por el TOAS, la oficina que lleva los alquileres de habitaciones, con Albert y Chrístopher. Hablando en la habitación de Carmen Lucía, nuestra madre almodovariana y coplera, nos hemos dirigido después hasta el centro comercial. De allí a UFF, una tienda de segunda mano, donde me he comprado este jersey:



Después, a comprar al LIDL. Un rato al lago en bicicleta, con Alba Lúa, Chrístopher y Carmen Lucía (primera en aparecer próximamente en la sección PROTAGONISTAS), y a Lapinkaari para cenar las típicas salchichas que ya he comido cincuenta veces desde mi llegada a Tampere y dos pizzas.

Una salchicha envuelta en bacon y rellena de queso. Puro daño a la salud. Una pizza se ha caído al suelo y hemos comido revuelto de pizza.

En la cena hablábamos de la llegada del frío. De poder coger un vaso de agua, tirarlo al aire y que se congele al instante. Entonces, en mitad de nuestro delirio y placer hibernal, Carmen Lucía ha soltado: “Pero si le cae a alguien encima le puede hacer pupa”. No puede parar de ser madre manchega, ella es así, y por eso la adoramos.

A partir de ahí hemos entrado en una espiral infinita de debate sobre el rayo de hielo y las posibilidades de exterminio poblacional a través del vertido de agua sobre las cabezas de los viandantes.




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Si alguien se porta mal a partir de ahora, le tiraremos un vaso de agua encima.